El fenómeno abarca desde
figuras del teatro nacional hasta
galanes del cine internacional.
La tendencia viene creciendo
en los últimos años y hoy
alcanza su pico en las tablas
El travestismo es una tendencia en ascenso en el cine y el teatro ya sea por una satirización de los géneros, por especialistas en la personificación de otros sexos, por un desafío profesional o por un requerimiento del personaje. Mientras la cartelera teatral porteña se cubre de propuestas de este tipo de personajes, en el cine, los galanes asumen el desafío y deciden cambiar de sexo.
No es un fenómeno nuevo, pero en los últimos tiempos han sido varios los actores que se animaron, y desde los diversos géneros teatrales apostaron a jugar por un rato al cambio de sexo. Lejos de aquellas épocas donde los hombres debían asumir los roles femeninos porque ellas tenían prohibido subir a un escenario, hoy el teatro nacional ofrece dramas, musicales, comedias costumbristas y monólogos que interpretan hombres que hacen de mujeres.
Uno de los pioneros en montar un espectáculo sobre el transformismo artístico en el país fue Jean Francois Casanovas, creador del grupo Caviar. Casanovas asegura que “el ponerse una ropa de mujer es porque el personaje lo necesita. El transformismo es una parte del trabajo teatral, el actor debe asumir un rol femenino y me molesta mucho quienes deducen que en ello hay una connotación sexual aparte de la actuación”.
Las razones de por qué productores y actores deciden que -pese al gran talento de las actrices de este país- se apueste a personajes trasvestidos, pueden tener respuestas muy disímiles. Para muchos, favorece a exaltar ciertos rasgos, otros opinan que les da más libertad para desenvolverse y despojar todo tipo de prejuicios, en tanto están quienes lo asumen como un desafío actoral y hay quienes sostienen que el travestismo se convirtió en una moda.
Si hay alguien que supo desarrollar, desde el grotesco, inolvidables personajes femeninos, es sin duda Antonio Gasalla. A la recordada Matilde, mujer estereotipo de la decadencia de la clase media; Soledad Dolores Solari, a quien la persigue la mala suerte; la periodista aficionada Bárbara Donguorri; o la inolvidable y dulce abuelita Mamá Cora, se suma ahora Mirta Bertotti, un ama de casa de cincuenta y dos años, proveniente de la ciudad de Mercedes, con un marido, tres hijos y un suegro, llenas de miedo a envejecer y hundida en el tedio matrimonial, y que representa cada noche en la obra Más Respeto que Soy Tu Madre.
Para Gasalla, los roles femeninos suelen ser muchas veces los más indicados para relatar ciertas situaciones conflictivas. Y como alguna vez Matilde supo reflejar el pensamiento de gran parte de la clase media, hoy Mirta Bertotti da cuenta de la realidad de cualquier familia argentina actual. Otro gigante de las tablas que actualmente encabeza una obra en la calle Corrientes vestido de mujer es Enrique Pinti. En Hairspray, Edna Turnblad es una madre sobreprotectora. El actor opinó que “siempre me pareció más creativo el mundo femenino, porque las minas subordinadas, postergadas, tuvieron que romperse el alma para hacer cosas, exprimir la cabeza”, y aseguró que asumir un rol femenino es un gran desafío debido a que “lo más difícil es no hacer una caricatura de mujer, no hacer de travesti, ni amanerar el personaje”.
Pinti apuesta a darle vida a Edna de “la manera que parezca más natural. Hay que cuidarse mucho de no caer en la exageración”. Quien sí busca hacer una exageración de los rasgos y particularidades femeninas es Fernando Peña, que en la obra con la que se presenta en el Teatro Metropolitan II, Diálogo de una Prostituta con su Cliente, personifica a una mujer.
Peña considera que interpretar a una mujer implica “tener un poco esos movimientos hiperexagerados”. En Diálogos... el personaje encarnado por el actor mantiene una charla con un joven cliente y en la obra, que fue prohibida en Italia hace 10 años, ya no importan los sexos ni el sexo.
En Yo soy mi Propia Mujer, la obra que le valió el Premio Ace de Oro 2007, Julio Chávez interpretó a Charlotte von Mahlsdorf, un travesti coleccionista de muebles y objetos antiguos al que se lo vinculó con el régimen nazi. “Cuando tuve que construir a Charlotte me remití a muchas de mis tías y a las mujeres grandes que me rodeaban de chico. Eran modelos que me impresionaban, porque también se me ocurrió que el personaje de la obra cuando niño también tomó impresiones sobre lo que era lo femenino para él”, contó Chávez que, además, buscó “no asustarme por la aparición de arquetipos, porque hay arquetipos y situaciones arquetípicas femeninas que son muy buenas para articular el relato hacia el otro”.
La obra Umo, que se presenta cada noche en La Casona del Teatro, es un music hall que propone una parodia del gran espectáculo multitudinario; un recorrido por distintos géneros del mundo del espectáculo. Desde el rock italiano, la ópera rusa, el cuplé español o la polca alemana, pasando por el tango y el Hollywood dorado de mitad del siglo pasado, cargado con dosis de humor y transformismo, con un sorprendente vestuario lleno de lujo y glamour, donde hombres asumen las voces de mujeres de la talla de la inolvidable Tita Merello.
Fuente : www.popularonline.com.ar