Durante su carrera no vaciló en jugar con las palabras y construir con ellas mundos pródigos de fantasía y de humor para la zambullida de sus pequeños lectores. Así, marcó un innovador antes y después en la literatura infantil y en la cultura popular argentina.
De su pluma nacieron personajes entrañables, entre los que se destaca "Manuelita la tortuga", llevada al cine en dibujos animados con gran éxito. Y sus versos trascendieron fronteras en las voces de Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat, entre otros. A lo largo de su vida artística editó más de 40 libros y grabó una veintena de discos.
Una vida atravesada por el arte
Walsh nació en el partido bonaerense de Ramos Mejía el 1 de febrero de 1930. Su papá era un ferroviario inglés que tocaba el piano y cantaba canciones de su tierra; su madre era descendiente de andaluces y amante de la naturaleza.
A los 12 años ingresó a la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, de la Capital Federal. En 1945, a los 15 años, publicó su primer poema en la revista "El Hogar" titulado Elegía e ilustrado por su compañera de colegio Elba Fábregas. Ese mismo año escribió también publicó en el diario "La Nación".
Tímida y rebelde, en su adolescencia dedicaba mucho tiempo a la lectura. En 1947, cuando tenía 17 años, sufrió la muerte de su padre y decidió publicar su primer libro, un poemario cuyo título era "Otoño imperdonable". La obra recibió el segundo premio Municipal de Poesía.
El libro llamó de inmediato la atención sobre ella del mundo literario hispanoamericano, debido a la madurez expresiva de los textos y por su estilo natural cargado de hallazgos. La obra fue elogiada por la crítica y por algunos de los más destacados escritores, como Juan Ramón Jiménez, Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo, Eduardo González Lanuza y Pablo Neruda.
En 1951 editó otro libro de poemas, "Baladas con Angel" y al año siguiente, en auge del peronismo, decidió autoexiliarse en París. Walsh, que alguna vez se definió como "cupletista", residió allí cuatro años y formó un exitoso dúo de cantantes folclóricas con la tucumana Leda Valladares.
En Francia empezó a escribir canciones y poemas infantiles, y el cambio de destinatario se concretó en 1960, con la publicación de "Tutú Marambá". En 1962 estrenó con excelente recepción en el teatro "Canciones para mirar", seguida un año después por la obra "Doña Disparate y Bambuco".
A lo largo de esa década llegarían muchos otros libros como "El reino del revés", "Zoo Loco", "Dailan Kifki", "Cuentopos de Gulubú" y "Versos tradicionales para cebollitas". Su producción infantil posterior abarca entre otros "Chaucha y Palito", "Pocopán" y el más reciente "Hotel Pioho's Palace". Sus obras fueron traducidas a diversos idiomas y le valieron premios literarios como el Highly Commended del Premio Hans Christian Andersen por la International Board of Books for Young People (IBBY).
Los disparates de su creación literaria fluyen en un lenguaje desacartonado y coloquial, que invita a un mundo de imaginación alocada y de placer del juego con las palabras. En la irrealidad del reino del revés, en los objetos que toman el té, o en las naranjas que pasean se apela a lo absurdo como expresión lúdica de humor.
Letras y compromiso social
El humor como arma contra la solemnidad y los prejuicios son aún más evidentes en sus canciones para adultos. A partir de 1968, su público integrado por mayores pudo disfrutar de sus versos en recitales unipersonales.
"Serenata para la tierra de uno", "Oración a la justicia" o "Como la cigarra" se convirtieron en himnos populares y fueron adoptadas por diferentes grupos para expresar sus reclamos. Se trataba de canciones populares con un lenguaje diferente, con las que dibujó el perfil de su tierra con ironía y ternura.
Dueña de una obra fecunda que se reimprime permanentemente, en 2008 publicó "Fantasmas en el parque", entre la novela y la autobiografía, siguiendo los vaivenes del recuerdo. Pero Walsh también supo alzar su voz cuestionadora contra situaciones de opresión, autoritarismo o injusticia mediante sus artículos en medios periodísticos.
Obtuvo gran repercusión en 1979 con "Desventuras en el País- Jardín-de-Infantes", un ejemplo de resistencia frente a la censura militar. Esos años fueron duros no sólo por la situación política en el país, sino también por sus problemas de salud.
En tanto, en "La pena de muerte" en 1991, durante el gobierno de Carlos Menem, manifestó su resuelta postura opositora a la iniciativa. También se haría tiempo para defender a la letra emblemática del idioma español, en su ingenioso artículo "La eñe también es gente". Es que, como afirmaba la propia autora, "hay demasiado mundo mudo. Procuremos, en fin, no callar tanto, que trae desgracia". En definitiva, no amainar la rebeldía y seguir cantando, como la cigarra. (DPA-Especial).
Fuente : www.lagaceta.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario