martes, 5 de enero de 2010

La historia de la “monja enamorada”

Rosa Gloria Nogales Cortez, una fan de Sandro, se vistió de monja y pasó una tarde con él. Vino de Jujuy decidida a ver a su ídolo y lo logró. Sandro y su esposa no se dieron cuenta de su disfraz.
El último 7 de febrero, una seguidora de Sandro fue a tocar timbre a la casa que su ídolo tiene en el barrio bonaerense de Banfield. “Soy una hermana que vino especialmente de Salta a hablar con Roberto. Por favor, déjenme pasar, vengo a dejarle un mensaje”, imploró con voz suave por el portero eléctrico. Estaba disfrazada de novicia y, haciéndose pasar por monja, entró. “Olga (Garaventa, la esposa de Sandro) se acercó a la puerta y al verme se quedó como estupefacta. Me dijo: ‘Ay, hermanita...’. Yo por dentro me estaba muriendo, pensaba: ‘Dios mío, estoy mintiendo ¡y con este hábito estoy blasfemando!’. Me dejó entrar porque me confundió. Hace poco viajó a Salta, fue a pedirle a la Virgen del Cerro por la salud de Roberto y como ella estaba esperando novedades de una persona de allá pensó que yo tenía que ver con eso... Logré ver a Roberto, estuve con él un buen rato y hasta lo pude abrazar”, cuenta la “novicia rebelde” que descubrió la revista Semanario.
Se trata de Rosa Gloria Nogales Cortez, de 46 años, que nació en la provincia de Salta y vive en Jujuy, donde es preceptora en un colegio secundario.
Según Cortez, cuando Sandro (delgado y en pijamas) apareció caminando lentamente en el hall y se sentó al lado de “la hermana Rosa”, su corazón ardía. “Al principio estaba tan nerviosa que no lo podía ni mirar. Aparte, estaba compenetrada en el papel de monja, orando. Le agarré la mano y noté que no tenía el anillo que usa siempre en el dedo meñique... Le dije: ‘¡Que Dios y la Virgen te otorguen fuerza!’. Se quedó callado porque se le estaba por terminar el tubo de oxígeno. Entonces apareció Olguita y le hizo el cambio del tubo”, relató.

Los miedos del ídolo

“Tiene miedo porque los doctores le explicaron que debe cuidarse mucho de los gérmenes”, revela Rosa. Y sigue: “Me contó que ahora su vida depende del INCUCAI (Instituto Nacional Central Unico Coordinador de Ablación y Trasplante), me dijo: ‘Tal vez porque estoy internado en mi casa no me dan tanta bolilla, pero prefiero estar acá, porque si me internan de nuevo (en 2005 estuvo internado 164 días) me vuelvo loco. A mí el barbudito ya me quiere arriba. Pero quién sabe, tal vez me vaya para abajo...’”.
Rosa es una mujer humilde, pero no quiso visitar a su ídolo con las manos vacías. “Le llevé un libro de poesías, un rosario de pétalos de rosa que hacen en un monasterio de carmelitas descalzas de Salta y un escapulario de la Virgen del Carmen, el que Olga colgó inmediatamente del cuello de su marido. El me agradeció y me dijo que menos mal que no le llevé una Biblia porque ya le regalaron como trescientas”.
Entonces sucedió algo insólito: el velo blanco que Rosa tenía en la cabeza comenzó a ceder hasta irse al piso. La situación era irremontable. Su traje de monja (que en realidad era un disfraz de novicia para despedidas de soltera recauchutado), estaba deshaciéndose. Sin embargo, Rosa salió del paso con simpatía. “Dije: ‘Ay Roberto, hasta el velo de las monjas hacés caer’, como dando a entender que no sólo hace caer los calzones de las fanáticas. Los dos se mataron de risa”, relata Cortez.

Fuente : www.popularonline.com.ar




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