martes, 5 de enero de 2010

Olga, la mujer que logró que el ídolo cambiara de estado civil

Para muchos, la llegada de esta mujer a su vida fue una sorpresa



El 14 de abril de 2005 Sandro se unió a Olga ante Dios, en su casa.

El día que Sandro se casó ante la ley y ante Dios. Olga fue al Registro Civil de Lomas de Zamora un mes antes del gran suceso. Llevó dos DNI y un certificado firmado por el médico personal de Sandro que decía: “El señor Roberto Sánchez solicita acogerse al artículo 188, en razón de que su estado de salud le impide movilizarse, para ser casado ante la ley en su propia casa”. Y así fue...
También la ceremonia religiosa fue planeada hasta el último detalle. Olga fue a la parroquia Santísimo Redentor, en Barrio Norte, Capital Federal, para pedirle al cura Osvaldo Arturo Brown, amigo de Sandro, que los casara ante Dios en el mismo escenario: la casa de Banfield. Fijaron la fecha para el sábado 14 de abril del año 2005 a las tres de la tarde.
La boda por Civil, un día antes, el viernes 13, fue tan sencilla como privada. María Olga lució un traje color coral, y Sandro, saco azul, pantalón gris y camisa lila sin corbata. “Tengo poca ropa y siempre me pongo lo mismo”, solía confesar en los muy pocos reportajes que concedía... Testigos: Manuela y Pablo (los hijos de la novia), y Alicia Cuello y Roberto Sanz (amigos del novio). Escenario: la biblioteca de su casa. Invitados: apenas doce. Entre ellos, las nietas de Olga (Malena y Valentina), los músicos de Sandro y su colaboradora y amiga Nora Lafón. Menú: sandwiches de miga, empanadas, champagne para el brindis. Sandro no probó alcohol (ni siquiera un Dry Martini, cóctel que ama), pidió perdón por abandonar la fiesta, y se fue a dormir. Acaso a recobrar fuerzas para el otro día, sábado, que llegaría con algunos bombos y platillos más...
La boda ante Dios
El casamiento ante Dios concretaría a las diez de la mañana en los jardines de la casona, donde ya estaba levantado el altar: alfombras rojas, lirios naranja, una cascada. Pero la amenaza de lluvia -nubarrones negros como bolsa de carbón- canceló el despliegue, y la parafernalia fue mudada al living. Sandro bajó la escalera del brazo de Manuela ataviado con un fino y tradicional smoking negro, apenas tocado por un pañuelo rojo en el bolsillo. Después bajó Olga, del brazo de su hijo Pablo, con vestido crema de diseño español urdido por Nelly, su modista. Inevitable, comenzó a sonar la Marcha Nupcial. Cerca del altar, los padrinos: el músico Leandro Bebe Mauro y Alicia Cuello. Concretado el gran momento, el cura Brown dijo: “Vine porque mi amigo Roberto no está muy bien de salud, y además quería una ceremonia íntima. Ninguno de los dos era casado, y por eso pudieron recibir el sacramento. Fue un momento muy emotivo, de muchas lágrimas...”.
Luego, Manuela leyó la Carta de San Pablo a los Corintios, y Sandro le dio a Olga un anillo de brillantes que fue de Irma Ocampo, su madre. Después, intercambio de alianzas, aplausos, algunos pañuelos llegando a los ojos... Invitados: treinta. Entre ellos, José Angel Trelles, Gian Franco Pagliaro, Raúl Porchetto, Aldo Aresi, Ricardo López (iluminador de los shows sandrianos desde siempre), Antonio Galopo (su mecánico), etcétera. La boda fue tal cual Olga la soñó: ligas, cintitas en un copón (el anillo fue para la nuera de Olga), ramo para la casa y los grititos de las solteras (lo atrapó Silvia González, la mujer del Bebe), y final con souvenirs: dos anillos dentro de una ostra marina... ¡para todos! Bien a la antigua. Bien clásico.
El menú de la fiesta fue: crepes de espinaca con salsa rosa, pechuga de pollo rellena y arrollada con salsa de puerros, timbal de zucchini, tulipa con helado de crema americana y frutas naturales, torta de dos pisos rellena de vainilla, crema chantilly, frutillas, merengue, dulce de leche y mousse de chocolate. Todo servido por seis incansables mozos... Música, claro: Sergio, el DJ de la fiesta, despachó el consabido vals de los novios, y algo de rock para que Sandro reviviera algunos de los eróticos movimientos de sus primeros días. Después, una vez más, la firma a fuego de su compromiso: “Olga es y será el gran amor de mi vida”.
La hora de las confesiones. En realidad, Sandro ya había jurado su amor por Olga ante la prensa. Así: “Encontré una mujer que me contiene de una manera espectacular, una de las mujeres que mejor me ha comprendido en toda mi vida, que comprende y tiene muy claro lo que es el ídolo Sandro, por decirlo de alguna manera, y el señor Roberto Sánchez, y que comprende las situaciones y presiones diferentes que tiene que vivir. A veces, Sandro me crea unas presiones tremendas, y... ¿dónde las descargo? ¡En casa! Y la pobre santa tiene que poner la oreja. Pero pone la oreja, me contiene, me calma, y después paso a ser, de aquel viejo león rugiente... un gatito, un pussycat”.
“El señor Roberto Sánchez tiene su vida privada, y la pasa fenómeno, por todo lo que te acabo de decir, con una señora que no faltó una sola noche a la clínica, que me cuidó las veinticuatro horas del día, y sobre todo porque tenía que venir aquí y encontrarse con un grupo de trabajo que estaba haciendo arreglos, y una cantidad de cosas... ¡Lo que ha viajado esta mujer! ¡Viajó más que el Titanic! Bueno, el Titanic no, que viajó una vez sola, pero trabajó como una fiera. Entonces, ¿cómo no voy a agradecerle a Dios que haya enviado a este ser y que me haya dado los ojos para verla?”.

Fuente : www.popularonline.com.ar



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